Cuatro meses después de las elecciones de septiembre de 2017, en la que perdieron una parte importante de apoyos, los dos grandes bloques políticos de Alemania han llegado a un acuerdo de coalición de gobierno.
La CDU – CSU de la canciller Angela Merkel y los socialdemócratas del SPD de Martin Schulz (que sufrieron enormes presiones, tras una negativa inicial a volver a acordar con Merkel) allanan, así, el camino para la formación de un gobierno estable, con un acuerdo en el que la mayor parte de las concesiones vinieron de Merkel, pero que aún debe ser refrendado por una votación vinculante de los militantes del SPD, en principio reacios a una reedición de la gran coalición.
El acuerdo llega tras unas elecciones en las que los socios sufrieron una pérdida muy importante de votos: la CDU-CSU obtuvo 33 % de los sufragios, una caída de casi 9 puntos con respecto a los resultados de 2013, y el SPD apenas obtuvo 20.5 % de los votos, el peor resultado de su historia.
Resultados de las elecciones de 2017
Los socialdemócratas, los más perjudicados políticamente por la gran coalición anterior, obtienen ministerios clave: Finanzas, Exteriores, Trabajo y Asuntos Sociales; la CDU de Merkel obtendrá Defensa y Economía, y la CSU, el aliado bávaro de la coalición de centroderecha, se quedaría con el ministerio de Interior.
El acuerdo se cierra en un momento clave de impulso reformista para la Unión Europea, impulso en el que coinciden Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron. Las líneas principales de gobierno contempladas en el documento incluyen declaraciones en torno al fortalecimiento de la Unión Europea, un punto crucial para Schulz: por primera vez en la vida política alemana se declara explícitamente que se trabajará en un presupuesto europeo para estabilización y convergencia social de los países miembros, que podría ser un punto de partido para un futuro presupuesto de la zona euro.
El acuerdo contempla, además, otra exigencia de los socialdemócratas, y un punto reiterado como necesario por los analistas económicos de todo el mundo: una inversión millonaria en políticas sociales, educativas y de infraestructuras, que se financiará con el extraordinario superávit alemán. Junto a estas medidas de corte progresista, los partidos también han pactado un tope a la entrada de refugiados, del orden de los 200.000 anuales, y límites a la reagrupación familiar.
Martin Schulz y Angela Merkel, en un descanso de las negociaciones
De esta manera, la ultraderechista Alternative für Deutschland, que en las pasadas elecciones obtuvo 13 % de los votos y 94 escaños, pasa a ser el principal partido de la oposición y a ocupar un lugar de enorme visibilidad: tendrán el derecho a réplica a la canciller Merkel y presidirán la poderosa Comisión de Presupuestos del Bundestag.
El pacto ha traído relativa tranquilidad a un país que no ha conocido la incertidumbre política en décadas. Tras el fracaso en las negociaciones de una “coalición Jamaica” entre conservadores, liberales y verdes, solo restaban dos opciones nada halagüeñas: un gobierno en minoría, inédito en Alemania tras la Segunda Guerra, o la reiteración de elecciones y la prolongación del vacío político.
El acuerdo entre Merkel y Schulz, en el que ambos se vieron obligados a “dolorosas concesiones”, parece una apuesta in extremis por evitar esos escenarios. Resta por saber qué dirán al respecto los militantes del SPD.