La globalización, y la distribución y organización territorial de la población en dicho contexto, suponen una clara necesidad de reformulación y replanteamiento de las diferentes estructuras y perspectivas a la hora de afrontar cuestiones tales como el papel que tienen los principales polos de atracción y concentración de población (grandes urbes, megalópolis o conurbaciones de grandes ciudades), las implicaciones con los “Estados-Nación” (divergencias, sinergias, límites y potencialidades), así como la planificación sobre el territorio en los desarrollos urbanísticos y la provisión de servicios a la ciudadanía.
Así, de una manera iniciática, se puede apuntar que en el transcurso (con mayor incidencia) de los dos últimos siglos, se ha producido una tendencia de concentración de las poblaciones (bien por causas económicas, de disposición de servicios, de cambio de paradigma cultural, etc.) en determinadas áreas territoriales dando pie a grandes urbes y áreas de influencia que, en dicho contexto, comienzan a adquirir entidad propia como agentes necesarios y relevantes en los contextos de globalización y en el “cibermundo” cada vez más presente en nuestras sociedades.
Por tanto, y tal y como se planteará más adelante con mayor profundidad, nos encontramos en un escenario dinámico en el cuál estos grandes polos de atracción poblacional (denominados ciudades, pero en su expresión más compleja no sólo a nivel urbanístico/territorial sino también por la potencialidad y asunción de funciones dentro de un mundo globalizado) “compiten” en algunas funcionalidades contra los Estados tradicionales, siendo su mayor característica diferencial la flexibilidad en los procesos y las capacidades de negociación “menos encorsetadas” por los bagajes institucionales y las competencias más tradicionales de dichos “Estados-Nación” u organizaciones aglutinadoras de Estados (llámese Unión Europea, EEUU, OTAN, Organización de Estados Americanos, etc.).
Partiendo de estas premisas contextuales podemos encontrarnos con algunas dudas notables: ¿Cuál será el papel a futuro de las grandes ciudades? ¿Qué se está haciendo a día de hoy que las difiere y posiciona en algunos aspectos a un nivel superior a los propios Estados? E incluso, ¿Es viable el sistema actual de Estados en una sociedad globalizada donde por contra resurgen cada vez más los movimientos de corte nacionalista/identitario? ¿O en dicho contexto globalizado serán las ciudades las que ejerzan y asuman gran parte de las funciones de los Estados en las relaciones con otras sociedades, territorios y/o culturas? ¿Hasta qué punto somos conscientes del papel de las ciudades en el contexto de sociedades globalizadas? ¿Cuáles son los límites y potencialidades de las grandes urbes frente a los Estados en el desarrollo de competencias? ¿Hasta qué punto las megalópolis presentan una mayor resiliencia que los Estados frente a las potenciales amenazas de la globalización? Cuestiones de elevada reflexión a las que se intentará dar respuesta como base para futuros debates.

Tal y como se apunta dentro de la dicotomía entre Estado y Ciudad en contextos dinámicos, las tendencias (económicas, sociales, culturales, etc.) de las últimas décadas están afectando a las competencias y funciones que pueden implementar, estableciéndose continuos reposicionamientos y ciertos desajustes que aún no se han clarificado en su totalidad. Es decir, en estos momentos de cambio y cierta incertidumbre, surgen dudas sobre el papel democrático y político de los Estados y de las grandes ciudades.
Pero, ¿cuál es el papel de estas megalópolis en el entorno global actual? Para poder dar respuesta a esta cuestión hay que tener en cuenta que nos encontramos en una situación donde los procesos de globalización se enfrentan al resurgir de los movimientos nacionalistas que conllevan, entre otros, dos grandes cuestiones a resolver o afrontar: la pérdida de peso y valor de los Estados en dichos contextos al “no servir al mismo nivel las tradicionales formas y protocolos de actuación”, y por otro lado la bien sabida (pero de efectos negativos en la mayoría de los casos) generación de identidades en contraposición, la generación de bloques de “los míos contra los tuyos”, de la búsqueda de cohesiones sociales en base no ya tanto a aspectos que nos unen sino a cuestiones que nos diferencian “del otro, del contrario, del opuesto”. En este contexto de post crisis económica y social mundial, cobran especial relevancia las palabras de Daniel Innerarity sobre el resurgir de “movimientos divergentes”:
“Quien hable hoy de límites, responsabilidad, intereses compartidos tiene todas las de perder frente a quien, por ejemplo, establezca unas demarcaciones rotundas entre nosotros y ellos, o una contraposición nada sofisticada entre las élites y el pueblo, de manera que la responsabilidad y la inocencia se localicen de un modo tranquilizador. Entre las cosas que hacen más soportable la incertidumbre, nada mejor que la designación de un culpable, que nos exonere de la difícil tarea de construir una responsabilidad colectiva”.
Por tanto, para poder afrontar estas problemáticas y retos presentes y futuros, para poder superar los límites de las sociedades modernas, resulta vital (o al menos surge como una solución de elevado potencial) implementar nuevas estrategias para las ciudades en las cuáles su papel de vinculación y búsqueda de consensos entre diferentes se posicione en la esfera internacional a modo de “embajadores de urbes”, como referentes de la ciudadanía. Esto posibilitará una mayor implicación en los escenarios internacionales, y por ende dinamizará y facilitará los cambios que se puedan requerir en las relaciones entre sociedades dentro del citado contexto global.
Ahora bien, estas grandes urbes presentan un papel cada vez más relevante y de mayor significancia en el intercambio de buenas prácticas de manera bilateral, y a la par ejercen cierta presión política de manera coordinada hacia sus homólogos nacionales y en las negociaciones de acuerdos supranacionales a través de redes de ciudades. Es decir, las megalópolis están tendiendo a complementar o incluso superar las competencias y acciones de los Estados, ya sea por su propia capacidad a nivel individual o por la conformación de “alianzas diplomáticas” entre urbes para la consecución de relaciones internacionales ajenas a la diplomacia ortodoxa entre países.
De igual modo, los Estados-Nación se encuentran cada vez más ante escenarios en los que por unas u otras causas (por la hiper-conectividad, el cibermundo, los movimientos nacionalistas, los problemas de diplomacia entre Estados, las divergencias históricas alejadas de la realidad ciudadana, etc.) su papel a nivel internacional está en duda. Y es en este punto en el cual se vislumbra un nuevo posicionamiento (o un desarrollo de esas tendencias que comienzan a visualizarse) de las ciudades como entes con capacidad de negociación y búsqueda de acuerdos entre grandes concentradoras de población, como sujetos activos en los procesos democráticos y diplomáticos, con la búsqueda de sinergias a nivel mundial pero partiendo desde las perspectivas locales donde cohabitan y son seña de identidad las divergencias de perfiles sociales y las búsquedas de consensos y acuerdos entre diferentes para la consecución de objetivos comunes y ese a veces manido “bien común social”.

En cambio, las grandes urbes cada vez tienen una mayor presencia internacional y generan estrategias que difieren de las encorsetadas, tradicionales y poco flexibles estrategias diplomáticas entre Estados-Nación. Así, las megalópolis están desarrollando planes de acción internacional participando en estructuras y redes multilaterales, creando delegaciones en otros lugares del planeta enfocadas a la defensa y promoción de sus intereses. Estas estrategias se basan en acuerdos bilaterales o multilaterales (como los acuerdos entre ciudades europeas respecto a los procesos de gentrificación o las plataformas de intercambio como EUROCITIES, ICLEI, etc.), memorandos de entendimiento y acciones temporales y coordinadas entre ciudades a nivel supra-estatal, o incluso redes filantrópicas temáticas y generalistas (100 Resilient Cities, C40, etc.) que tiene por objeto prioritario el incrementar la resiliencia, los intercambios y la inversión en red.
Si bien, los impactos e implicaciones en el presente y futuro dentro del marco de la sociología urbana y la globalización, pasan por entender la lógica de “la urbanización exponencial”, “las Smart cities” y “las ciudades estado”:
La urbanización exponencial, entendida como el incremento constante en la concentración poblacional en determinadas áreas territoriales con capacidad o con atractivo para la concentración, requieren diseños y estrategias no sólo en la propia planificación territorial y de los espacios (ordenación del territorio y de los servicios y usos públicos y privados), sino también en la búsqueda de nuevas fórmulas de gestión y de gobierno, tanto para la perspectiva local (de la propia urbe) como en sus relaciones con el exterior (en contextos geopolíticos globales y sus relaciones con otros polos de atracción o urbes).
Tal y como apunta Anatxu Zabalbeascoa en el artículo “La urbanización del mundo es imparable, ¿están las ciudades preparadas?”, nos encontramos en una tendencia concentradora de población que implica nuevos retos pero a la vez apunta a unas potencialidades que deben de tenerse en cuenta sin lugar a dudas: “En 1900 solo un 13% de la población mundial vivía en ellas; para 2050 los urbanitas serán el 66% del planeta, según la London School of Economics (LSE). Y las indias son, precisamente, las grandes aglomeraciones por desarrollar: el 80% de las infraestructuras que necesitará entonces ese país están por hacer”.
En esencia, cada vez nos concentramos más en pequeñas áreas territoriales con un incremento constante de la población que allí se concentra (ciudades que tienden al concepto de megalópolis con el consiguiente abandono del entorno rural y las implicaciones que ello conlleva). Todo ello además supone un reto notable: no sólo hay que construir edificios y equipamientos (que también), sino diseñar y planificar las ciudades, el territorio, especialmente los espacios públicos y sus usos. Arquitectos, urbanitas, antropólogos, sociólogos, etc., tienen un largo camino por delante en la organización territorial de los espacios y el diseño en función de las necesidades presentes y futuras de los diferentes grupos sociales que son atraídos por dichas urbes.
Un ejemplo muy clarificador de lo anterior es el siguiente gráfico de lo que acontece en la escena internacional (y rescatado del artículo anteriormente citado de Anatxu Zabalbeascoa).

Así, dentro de esta urbanización exponencial nos encontramos con los grandes retos a considerar para las sociedades y sus gestores dentro de la globalización: Los Espacios Públicos, entendidos como las necesidades de planificación y estrategia anteriormente presentados; la Financiación y la Propiedad, dentro del aspecto económico de la cuestión donde deberán de tenerse en cuenta y primar por un lado las escasas opciones de acción sobre la propiedad privada (más allá de normas urbanísticas y aspectos culturales que si existen y son condicionantes) y por el otro la financiación tanto pública como privada de los planteamientos urbanísticos y de relación interna y externa con la sociedad local y otras sociedades; el Transporte y la Salud Pública, en el sentido de las interconexiones tanto dentro de dichas grandes ciudades como con el exterior, así como las cuestiones relativas a la garantía de la Salud Pública tanto para los sujetos en particular con la atención sanitaria y criterios de bienestar y no patología como con la de carácter público que implica una visión más global y aspectos más relacionados con la prevención y no tanto con un carácter asistencial (donde se enmarcan, por ejemplo y entre otros, las políticas públicas de salud encaminadas a prevenir comportamientos no saludables, mejora de la longevidad, sostenibilidad de los estados de bienestar, etc.); y la sostenibilidad, entendida en todos sus ámbitos y basada en la garantía de un desarrollo que posibilite no sólo un dinamismo económico sino también la ausencia de riesgo para las futuras generaciones y una implicación en la garantía del bienestar de las poblaciones actuales. Y queda patente, además, que todo ello requiere la planificación que antes se mencionaba como elemento que sirva de barrera, freno o reductor de las desigualdades sociales que cada vez se ven incrementadas en mayor medida y que hitos como la crisis global de 2008 ha incrementado sustancialmente.
Otro de los aspectos clave para entender los retos del presente y del futuro de las ciudades son las denominadas Smart Cities. Según el artículo “¿Qué es una smart city? Top 5 ciudades inteligentes” , éstas pueden definirse como “el resultado de la necesidad cada vez más imperiosa de orientar nuestra vida hacia la sostenibilidad. Así, estas ciudades se sirven de infraestructuras, innovación y tecnología para disminuir el consumo energético y reducir las emisiones de CO2.”.
En esencia, hablamos del papel que ya tienen y que sobre todo tendrán las nuevas tecnologías, el desarrollo de técnicas de gestión informatizada y el uso del big data en la gestión y planificación de los servicios públicos, las necesidades de la población, la resolución de incidencias dentro del marco de las ciudades que puedan surgir ante situaciones puntuales (eventos masivos, catástrofes, etc.). Si bien, cabe señalar que aun cuando a día de hoy hay buenas experiencias positivas que se están desarrollando en éste ámbito, las dudas que éstas generan, la necesidad de desarrollos cuasi ad-hoc para cada ciudad, el requerimiento de perfiles técnicos capaces no sólo de diseñar las tecnologías sino también de interpretarlas y convertirlas en operativas para las sociedades, etc.; son elementos que apuntan a un proceso que a medio o largo plazo tendrá resultados más claros pero que en el corto genera y suscita múltiples dudas (también incluso en las relaciones con los ámbitos de la democracia y las libertades individuales y colectivas).
El último de los elementos clave es el papel cada vez mayor de las ciudades como “cuasi Estados” o Ciudades Estado en las relaciones con otras áreas geográficas o poblacionales que difieren de sus límites en mayor o menor medida. Según el artículo “¿Hacia un mundo de ciudades-Estado?” destaca la afirmación de Wellington E. Webb (cuando era alcalde de Denver en el año 2000 y presidía la Confederación de alcaldes de Estados Unidos): “Si el siglo XIX fue el siglo de los imperios y el XX el de los Estados-nación, el siglo XXI será el de las ciudades”.
Si bien, la historia y los últimos acontecimientos políticos apuntan a que, aun cuando por ejemplo en España la población se concentra en un 80% en ámbitos urbanos, la población dispersa, la población rural, también tiene capacidad de influencia hasta cierto punto en determinadas situaciones. Es decir, se produce una cuestión llamativa y es que se observan, por así decirlo, dos tendencias contrapuestas que, en función del hecho, del momento o la situación toman mayor valor una u otra aunque con mayor preferencia por la “urbana”:
- La población urbana genera grandes concentraciones, y esas ciudades con cada vez mayor presencia y entidad, se convierten al nivel nacional e internacional como “micro-estados” o “ciudad-estado” con capacidades y actuaciones que en todo caso superan sus límites territoriales tal y como se apuntaba anteriormente.
- Por el contrario, la población rural o no urbana, a pesar de seguir una tendencia reduccionista en volumen comparado, mantienen en según qué escenarios una capacidad mayor que las urbes para ejercer sus acciones, siendo en todo caso, y valga el símil, como la parte más garantista de esa conceptualización más tradicional de los Estados frente a la nueva de “ciudades-Estado”.
Así, esta cuestión que ya se apuntaba en la Grecia clásica y que parecía obviada o abandonada como idea de especial relevancia, en estos contextos globalizados y con la tendencia de concentración poblacional, toma mayor valor. Y en el caso español, no debe de olvidarse a la hora de valorar y afrontar estos retos de futuro, el cómo se organiza y estructura la jerarquía de nuestras administraciones. Es decir, no se debería de pasar del “Estado” a la “Ciudad-Estado” obviando que nuestra administración presenta niveles intermedios como son los gobiernos autonómicos o regionales (ya sea a nivel de CCAA o de diputaciones provinciales), las mancomunidades de servicios, las comarcas, y finalmente el ámbito municipal (entre las cuales se encuentran las grandes urbes “Ciudad-Estado” pero que no son las únicas dado que existen ciudades de diferente entidad, magnitud y capacidad).

En esencia, ¿hasta qué punto estas transformaciones lograrán la capilaridad territorial o se reflejarán únicamente en determinados polos poblacionales muy concretos? ¿Dónde quedarán marcados los límites de dichas megalópolis? ¿Serán desde el prisma geográfico/territorial, de sus influencias directas a nivel socioeconómico, o se considerarán otros factores diferentes? Lo que sí parece claro actualmente es que vivimos en un mundo globalizado y tecnologizado (cibermundo, con nuevas estrategias y retos a futuro); que los procesos de concentración poblacional en grandes metrópolis (a nivel nacional e internacional) generan ventajas pero también amenazas (incremento de la desigualdad, individualismo, etc.); que estos procesos implican además necesidades de generación de estrategias de planificación de ciudad (más allá del mero diseño de espacios, equipamientos y usos) incorporando aspectos de negociación e interrelación entre sujetos que cohabitan en el espacio; y que las relaciones entre Estados-Nación se encuentran en “crisis reputacional” por sus limitaciones ante la posibilidad de afrontar los retos de la globalización y cibermundo mientras que las Ciudades-Estado o Megalópolis presentan un notable potencial tanto en las propias relaciones como en el desarrollo de mejoras en el plano democrático (frente a las amenazas de los nacionalismos y proteccionismo).
El futuro más inmediato pasará, en el mejor de los casos, por un proceso de reflexión de las megalópolis (como abanderadas del cambio) sobre las formas de representación formal en el nuevo contexto global, y de mayor presencia internacional como agentes implicados en la elaboración de estrategias y planes de acción con perspectiva macro/internacional. Además, se debería ahondar en la búsqueda de financiación tanto pública como privada para afrontar los diferentes retos, racionalizar su presencia en redes optimizando las ya existentes a través de la búsqueda de acuerdos de colaboración, revisión de los marcos jurídicos de actuación y limitación actual de las ciudades. Y en última instancia, pero no por ello de menor valor, reformar las estrategias diplomáticas para dar cabida al cada vez mayor papel de las ciudades en la esfera internacional.
BIBLIOGRAFÍA
Referencias de internet:
- URBANIZACIÓN
EXPONENCIAL
*La urbanización del mundo es imparable, ¿están las ciudades preparadas?
https://elpais.com/elpais/2019/05/06/eps/1557155545_143363.html
*El desarrollo urbano no planificado aumentará la desigualdad e impactará el clima, advierte ONU Hábitat
https://news.un.org/es/story/2016/05/1357291
- SMART
CITY
*¿Qué es una Smart City? Top 5 ciudades inteligentes | Sostenibilidad …
https://www.sostenibilidad.com/construccion-y-urbanismo/que-es-una-smart-city-top-5-ciudades-inteligentes/
*¿Qué son las Smart cities o ciudades inteligentes y cómo funcionan?
http://www.panelesach.com/blog/smart-cities-o-ciudades-inteligentes-que-son/
- CIUDADES
ESTADO
*¿Hacia un mundo de ciudades-Estado? – La Vanguardia
https://www.lavanguardia.com/politica/20171215/432918977277/retorno-ciudad-estado-demografia-espana.html
*El regreso de la ciudad-Estado | Internacional | EL PAÍS
https://elpais.com/internacional/2017/05/29/actualidad/1496070711_230637.html
Alberto García Martín (Director de Asuntos Públicos de Sigma Dos)