De todos los datos que nos aportan las encuestas, hay uno que está pasando desapercibido a pesar de que describe al segmento electoral que más crece: los “votantes dudosos”. Es decir, aquellos que manifiestan su intención de votar a un partido, pero preguntados si ese voto puede cambiar a última hora responden que sí. No conviene confundir a los dudosos con los indecisos, que son aquellos que responden que aún no han tomado la decisión. Los dudosos sí, pero no es una decisión cerrada. Es provisional.
En estas elecciones, los “dudosos” han subido al 35% del total de los que manifiestan su voto. En las elecciones de abril eran solo el 20%. El carácter “dudoso” del voto varía por partidos: los votantes más dispuestos a migrar son mayoría en Ciudadanos (51%). Pero este fenómeno afecta también a Unidas Podemos (31%), al PSOE (28%), y, en menor medida, al PP (21%) y a Vox (19%).
La provisionalidad de las decisiones de voto tiene causas coyunturales y propias. En España, en solo cuatro años hemos afrontado siete citas con las urnas, cuatro de las cuales corresponden a elecciones generales. Esta “fatiga electoral” se traduce no tanto en una bajada de la participación (que, según las estimaciones de Sigma Dos, se situaría en torno al 72%), como en el menor apego a unos partidos a los que responsabilizan -de forma desigual y cambiante, es cierto- de los diferentes bloqueos. Pero no podemos obviar las causas estructurales y globales que subyacen a este fenómeno, que no es exclusivo de la sociedad española. En la sociedad líquida la identidad ya se construye no sobre lo duradero, sino sobre la capacidad abierta y flexible de selección permanente que nos ofrecen las redes: todo es más efímero y provisional. También en la política, donde las estructuras tradicionales compiten con nuevas plataformas, liderazgos y movimientos sociales que surgen, cumplen una función determinada y se desvanecen o se reciclan.
¿Es lógico que, en unos tiempos menos estables y marcados por el cambio constante, durante la última semana, justamente la más decisiva para fijar las tendencias definitivas, se produzca un «apagón demoscópico»? ¿Tiene sentido que 40 millones de personas voten «a ciegas», sin conocer un elemento tan relevante para decidir su papeleta como la correlación de fuerzas existente en cada momento? En Estados Unidos, Alemania, Países Bajos o Reino Unido no existe ningún tipo de restricción legal para la publicación de encuestas. En Francia y Portugal a solo se prohíbe publicarlas el día antes. De nuestro entorno, solo Italia nos supera, con la prohibición de publicación de encuestas durante las dos semanas previas. Tendremos que adaptar las técnicas demoscópicas a esta sociedad que acelera sus procesos. Pero sería muy oportuno abrir el debate sobre el derecho a la información demoscópica en un contexto en el que, como señaló Paul Virilio, “la velocidad de la luz no transforma meramente el mundo. Se convierte en el mundo.”
Gerardo Iracheta (presidente de Sigma Dos).
