Las Navidades de 2020 son las más atípicas del año más atípico de nuestras vidas. Tal vez por la perfecta esfericidad de la cifra se esperaba del 2020 la realización de los más elevados fines de la humanidad: se relanzarían los objetivos del milenio, se forjarían pactos definitivos por la reducción de emisiones y se haría balance del proyecto Europa 2020, aquella percha que intentó dar, a la salida de la crisis anterior, una capa de economía verde que nos permitiera recuperar la esperanza en el futuro de Europa.
La pandemia global, originada por el azar biológico y acelerada y amplificada por la globalización, trastocó radicalmente la partitura de una melodía optimista. En pocos días, todo el avance biomédico del que nos sentíamos orgullosos se desmoronó ante una enfermedad a la que tuvimos que hacer frente con el método medieval de la cuarentena. Ni si quiera así se ha podido evitar que en Estados Unidos, en solo 10 meses, las muertes por Covid-19 hayan multiplicado por 10 los decesos anuales por accidente de tráfico. O que en España este patógeno se haya llevado desde marzo ya más vidas que el VIH desde 1981. La enfermedad que aterrorizó a varias generaciones, impactando en nuestra cultura y nuestros hábitos, ha sido 40 veces menos mortífera que un virus que se transmite por un simple estornudo.
Tribuna de Gerardo Iracheta, presidente de Sigma Dos, en el diario El Mundo.
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