Al cumplirse un año de su elección, Donald Trump se ha convertido en el presidente que obtiene una peor valoración de la historia reciente de EEUU, sin embargo, mantiene una amplia base entre los votantes republicanos que le llevaron a la Casa Blanca.
El 8 de noviembre se cumplía el primer año de las elecciones que llevaron a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y no han faltado balances de lo hecho y lo no hecho, de los compromisos cumplidos e incumplidos. En estas líneas prestaremos atención a otro aspecto, la evolución de la opinión pública en este primer año de la presidencia de Trump. Un aspecto que cobra mayor relevancia si consideramos que queda algo menos de un año para las elecciones de mitad de mandato, en la que se renovará la cámara de representantes y un tercio del senado, que serán decisivas para el resto de la presidencia de Donald Trump.
Es cierto que, en política, ese año que queda hasta las elecciones de midterm es una eternidad, pero también lo es que los doce meses que han transcurrido desde su elección, parecen haberse consolidado ciertas tendencias en la opinión pública que nos pueden dar una imagen cabal de la evolución de la presidencia de Trump.
En primer lugar, si atendemos a las cualidades personales que, en opinión de los ciudadanos, definen a Donald Trump como presidente nos encontraremos –tal y como se puede ver en el gráfico 1- que en estos doce meses la valoración de Donald Trump presenta una caída casi generalizada. De las once variables estudiadas por Gallup, cae en nueve, mantiene la valoración en una (“competitivo”), y sube solo en una (“Preocupación por los individuos”). Una bajada aún más llamativa si consideramos que, prácticamente en todas las variables, ya presentaba un punto de salida muy bajo.
Si en el momento de su elección solo un 27% consideraba que estaba preparado para ser presidente, ahora esa cifra ha bajado al 22%. Si en 2016 un 62% consideraba el entusiasmo como un rasgo definitorio de Donald Trump, ahora lo hace un 53%. De hecho, de las once cualidades valoradas, Donald Trump solo alcanzaba el aprobado en dos, “competitividad” y “entusiasmo”, y solo en la primera se mantiene estable. El único aumento de valoración se ha producido respecto a la “preocupación por los individuos”, donde pasa de un 19 a un 31%.
Como cabía esperar, esa negativa valoración de las capacidades del presidente ha tenido un reflejo en el índice de aprobación de la opinión pública. Como se puede ver en el gráfico 2, Trump ha pasado de un 45% de aprobación al iniciar su mandato a un 38%. Siete puntos en un año no es poco, pero la justa medida de su situación la tendremos si comparamos su registro con los presidentes anteriores.
El gráfico 2 muestra que Donald Trump ya partía de una valoración más baja que sus predecesores. En enero de 2016 se encontraba a cinco puntos de Reagan o GH Bush, y algo más alejado de Clinton, Carter y Obama. Al cabo de 10 meses, esas diferencias se han acentuado y los cinco puntos de enero se han convertido en diez. Esa es la distancia que le separa del segundo presidente peor valorado.
Aún más claro se ve si comparamos el balance neto (% que le aprueba – % que le desaprueba) del presidente Trump con el de sus predecesores. En el gráfico 3 se puede comprobar que, al menos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Donald Trump es el único presidente que presenta un balance negativo en sus índices de aprobación un año después de ser elegido. Su distancia con el segundo peor valorado, Bill Clinton, es de 24 puntos y su distancia con el presidente republicano peor valorado en su primer año, Ronald Reagan, asciende a 37 puntos.
Si pasamos de la comparación general al detalle particular podemos comprobar además que esa pauta descendente se mantiene entre los diferentes grupos de población. Lo que se observa en el gráfico 4 es una caída prácticamente generalizada independientemente del grupo social al que miremos. Cae si nos fijamos en la edad, en ingresos, en género o en nivel educativo. De los trece grupos examinados, no hay ninguno en el que presente un balance positivo.
Aún más importante, como refleja el gráfico 5, el apoyo a Trump parece estar empezando a resentirse entre los propios votantes republicanos. En estos doce meses, el Presidente de EEUU ha perdido 8 puntos de intención de voto entre la base republicana, exactamente el mismo porcentaje que ha perdido entre los votantes independientes. Dicho lo anterior, Donald Trump sigue manteniendo un amplísimo apoyo, descendente pero superior al 80%, entre la base de votantes republicanos que le llevaron a la Casa Blanca. No se ha producido el desplome que muchos pronosticaron, sí una caída o un desgaste sostenido.
Más interesante aún es observar el detalle de sus apoyos por ubicación partidista. Si pedimos a los electores que sitúen su nivel de apoyo en una escala de 0 a 100, nos encontraremos con unas posiciones muy polarizadas en los extremos. Casi tres de cada cuatro demócratas sitúan su apoyo a Trump en valores entre el 0 y el 20 mientras que la mitad de los republicanos le dan un apoyo total y 8 de cada diez republicanos le dan un apoyo alto. Apenas queda espacio en los sectores intermedios ante una opinión pública que se ha polarizado considerablemente.
En conclusión, tras un año de su elección, Donald Trump es el presidente estadounidense peor valorado de la era contemporánea. Sin embargo, mantiene un alto –aunque decreciente- apoyo entre la base republicana que le llevo a La Casa Blanca. Por otra parte, la percepción generalizada de que estamos ante lo que en EEUU denominan una presidencia divisiva encuentra acomodo en una opinión pública que –entre un rechazo frontal y un apoyo elevado- se ha polarizado entorno a la figura del actual presidente.